Más allá de la fiebre del running, se extiende en Argentina la pasión por las carreras de montaña. Con una oferta amplia que incluye desafíos en todas las geografías nacionales, es cada vez más creciente el número de corredores urbanos que se acerca al trail run. Además de requerir un entrenamiento físico exigente, atrae por los retos que implica: supervivencia, orientación y autosuficiencia.
“Correr en la montaña me gusta porque involucra todos los sentidos. Exige armar estrategias de dosificación de esfuerzo, recarga de fuentes energéticas y programar bien los ritmos, todo en función de la distancia, el tiempo en carrera, el clima y los abastecimientos que hubiese. Además es fundamental elegir el calzado correcto para el tipo de suelo, la indumentaria y los accesorios”, cuenta Daniel Estefanía un entrenador y organizador de carreras cordobés, de 43 años.
Poniendo a prueba los límites físicos y la fortaleza mental, las carreras de montaña renuevan el viejo sueño de la aventura y permiten “hacer lo que uno hacía cuando era chico: subirse a la montaña, mojarse, meterse en el barro, estar en contacto pleno con la naturaleza”, dice Franco Paredes un atleta rionegrino, de apenas 17 años.
En Argentina la oferta de carreras es amplia y se combina con la actividad turística. Los corredores, nacionales y extranjeros, aprovechan los desafíos para hacer un poco de ocio y vacaciones aunque sea unos días. Las carreras más famosas y populares son El Cruce de los Andes y El Origen. Pero existen muchas otras, como la Endurance Challenge Argentina que tendrá lugar el 9 de noviembre en Bariloche. Incluyendo categorías para personas que se están iniciando en el deporte, cuenta con recorridos de 10km, 21km, 50km y 80km, y ya tiene 3000 inscriptos.
“En las primeras carreras en las que participé, tenía la sensación que las dificultades excedían mi capacidad. Terminarlas y sobreponerme a esa situación, es una sensación muy gratificante. Los grupos que natural e instantáneamente se forman durante una carrera son también un recuerdo muy valioso. Las muestras de solidaridad y camaradería entre competidores, que surgieron en todas las carreras donde participé, sin excepción, catalogan como una experiencia humana inolvidable”, cuenta Sebastián Calvano, un economista porteño de 29 años que con vasta experiencia hizo seis orientatlones, participó dos veces en La Misión (una trail run de 150km en el que se duerme en la montaña), corrió dos veces la carrera que une Yerba Buena y Tafí del Valle en Tucumán y completó tres Conquista tu Cumbre (la última el 12 y 13 de octubre en Mendoza donde atravesó 100km en la zona cordillerana de Los Molles).
Para muchos el secreto del éxito es que la montaña ayuda a los corredores a escapar de la monotonía urbana. María Clara Serino, una atleta de 43 años y coach del grupo de entrenamiento Pasión por Correr cuenta: “Hubo un momento en el que ya había cumplido un ciclo con las carreras de pista, calle y maratón, y entonces me decidí por la montaña. El entrenamiento para la montaña es diferente, hay que agregar cuestas, escaleras y buscar terrenos diversos, lo cual es motivante”.
Como muestras del crecimiento aparecen datos contundentes: solo en Neuquén capital hay seis grupos de entrenamiento distintos con casi 200 miembros cada uno, y en julio de este año la Argentina logró conformar, por primera vez, un equipo para disputar un Mundial de UltraTrail. La selección nacional que compitió en Llandudno, Gales es mixta y tiene 10 miembros, la mayoría de los cuales es de las provincias patagónicas y de Córdoba. Sin financiamiento oficial, los corredores costearon sus gastos a través de sponsors privados y aportes desinteresados. Es que el trail run es muy nuevo en Argentina y todavía no hay estructura estatal para solventarlo.
¿Por qué “los bichos de ciudad” prefieren la montaña? Algunos testimonios:
Claudia Troche es contadora y tiene 42 años. Su primera carrera de montaña fue en 2012 en Caviahue, Neuquén. A partir de ahí no paró. “Fui cambiando de grupo, lugar, distancias y perfeccionándome en todo sentido para lograr disfrutar y hacer lo mejor que podía. Luego de transitar cada kilómetro por Caviahue me di cuenta que lo mío era eso: barro, soledad, montaña y mi alma. Realmente la montaña es como mi lugar en el mundo, me siento en paz, con claridad mental, experimento una inmensa alegría y la satisfacción es plena cuando voy transitando lugares poco explorados. Y además, cada viaje es una experiencia inolvidable”.
Luis Liminik es comerciante porteño y tiene 59 años. “Soy runner desde el 92, pero a principios de 2010 reencaucé el entrenamiento y si bien continúo corriendo en calle, los objetivos principales son las carreras de aventura en sierra y montaña. Me gusta el contacto con la naturaleza, lo hermoso de los paisajes, el sonido y muchas veces los silencios. Además, me encanta conocer gente de distintas partes del país y extranjeros: y la solidaridad que demuestran en todo momento tanto los corredores, como los organizadores y los que nos reciben en las provincias”.
María de los Angeles Bianchi es empleada administrativa y madre de dos hijos. “Lo que más me gusta es que cada segundo que estoy en la montaña corriendo me descubro a mi misma, y no me canso de admirar la belleza que me rodea. La montaña te llena el alma. En la montaña la cabeza vuela, no te hace falta música para que los kilómetros no te pesen: solo te tenés que dejar llevar por los sonidos del viento, las piedras que pisás o los pasos de otros corredores”.
Franco Paredes tiene 17 años y es de Cipolletti, en Río Negro.
“Desde chico me incliné por el deporte. A los 14 años empecé a entrenarme en montaña y nunca paré. La montaña es mi cable a tierra, es una forma de vida. No la cambio por nada. Son sensaciones únicas las que se viven. Correr en la calle me gusta, pero no siento lo mismo”.
Por Julieta Bilik