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El quinto Cruce del Río Uruguay en Colón-Paysandú, la experiencia contada en primera persona

El 2016 es un año que en lo personal me encuentra comprometido con varias actividades nuevas y, entre ellas, mi participación en carreras de aventura. Desde que comencé a correr hace tan sólo 4 meses tenía claro que uno de los objetivos era participar de la quinta edición del Cruce del Río Uruguay, organizada por los Rotary Club de Colón y Paysandú ya que todas eran buenas referencias en relación a este evento que une dos países. Eran mis segundos 21k luego de la positiva experiencia que dejaron los 21k de pura aventura nocturna de Nuestro Rumbo, en Villa Urquiza, sólo dos semanas atrás.

La noche anterior a la carrera, estando aún en Concordia, temía que se suspendiera debido a la tormenta reinante y a la interminable cortina de agua que no había cesado en todo el día. Amaneció con lluvia pero igualmente emprendimos el viaje con mi familia. Al llegar a Colón, fui directo a la cabecera del puente internacional, donde la dedicada organización me entregó excepcionalmente el kit (que además de la remera oficial contenía un par de medias SOX, cereales 3Arroyos y bebidas de hidratación), enseguida empecé a preguntar a amigos con más experiencia sobre con qué zapatillas debía correr. La duda era si convenía usar zapatillas para terrenos pantanosos y barro que seguro íbamos a tener en la parte de aventura del circuito, o con las de calle ideales para correr por el puente y la costanera de Paysandú. En ese momento, a secas, mi amigo Neris Besson me responde “corré con las más viejitas que tengas ja ja ja”. Le hice caso, y corrí con las que están para descarte ya que mirando al resto de los corredores, tampoco pude definir qué hacer, porque todos tenían zapatillas de distintos estilos.

Casi sin darme cuenta la zona del parque cercana al puente se llenó de corredores que eran trasladados en ómnibus desde los lugares de concentración en cada ciudad, una nota de color que me llamó la atención fue la buena onda de todos y, sobre todo, algunos corredores que “vestían” envueltos en banderas de sus países, recuerdo banderas de Brasil, Estados Unidos, Paraguay, Puerto Rico además de las argentinas y uruguayas que engalanaban el puente. Llegó la hora de la  entrada en calor, dirigida por Sebas Esquerdo y con muchas fotos tanto del servicio oficial (prestado por MediaPixa y Fotorun), como de amigos y medios locales. Ah, el detalle: la lluvia no para, se vuelve más tupida, pero la buena onda se la ponen todos los corredores y la gente de la organización que se esmera de hacernos sentir de la mejor manera, cierto.

En el momento de la largada tengo el aprecio de encontrarme con el amigo Lucho Pilatti, un santafecino que bien podría ser mi modelo a seguir, ja!. Aparecen las reinas de la Fiesta de la Cerveza que se celebra por estos días en Paysandú y acompañan la previa. A las 10 de la mañana, en punto, unas palabras de Pablo Marsó (director técnico de la carrera) debajo del arco de largada, que no logro escuchar por la concentración y adrenalina del momento. Cinco, cuatro, tres, dos, uno … y estaba en carrera, con esa sensación de libertad que se siente cuando el viento te choca la cara.

Primeros metros y, por delante, un majestuoso puente de casi 2 kilómetros  con una subida imponente. Enseguida, en plena subida, me encuentro con algunos amigos y compañeros de entreno en el Simbrón Team de Entre Ríos. Cuando me ve llegar, Lucho me aconseja que aproveche a acelerar en la bajada del puente, le hago caso y paso a varios corredores. Ya en tierras charrúas, seguimos a la par entre varios amigos y vamos comentando que seguramente Hernán Quiroga estará en la punta de la carrera,  hacemos fuerzas mentales para que un representante de nuestro grupo de entrene se destaque en la general.

A esta altura, recibo otro gran consejo de amigo que me dice que aproveche a meter velocidad en la parte llana y de asfalto en la costanera de Paysandú, teniendo en cuenta que en el último tramo de la carrera no se iba a poder correr. Entonces, modifico ahí mismo mi estrategia, que hasta ese momento era ir a un ritmo medio, y picar en los últimos 5 kilómetros. Decido ir a un ritmo medio en la ida a Paysandú, y correr fuerte en la vuelta a Colón que incluía un nuevo cruce del puente internacional, dejando el resto en la selva en galería de la Reserva Sur.

Creo que por la inexperiencia propia de un principiante, tuve que parar para satisfacer necesidades fisiológicas y, desde ahí, se me adelantaron los amigos. Aunque intenté alcanzarlos durante todo el resto de la carrera, siempre los tuve a unos cientos de metros adelante.

Destaco dos momentos de la carrera: cuando volvimos en la costa uruguaya, que se veía el puente en todo su inmensidad -una vista excepcional- y la Reserva Sur, donde me habían anticipado que un grupo de “ingenieros” habían construido un puente artesanal digno de ser pisado por sólo por reyes. Cada vez estaba más cerca la aventura, giramos, bajamos del puente internacional  y empieza lo que me gusta: pastizales, senderos de arena, selva que nos obliga a correr haciendo equilibrio para no quedar pegados en el barro o enganchados en ramas y troncos, era el kilometro 16.

No sentía cansancio, ni agotamiento ni nada. El monte, que encaramos con otro corredor que no conocía, se presentaba muy entretenido. Llega el momento del puente “artesanal” y el otro corredor que iba a la par, decide tomarlo. Yo fui por el agua del Arroyo del Marinero, que llegaba hasta el pecho. Alguna foto puede dar cuenta del por qué de la decisión (ja ja).

Últimos kilómetros de la Reserva Sur, otra vez costeando la playa, hasta que visualizo el arco de llegada en el Club Piedras Coloradas, escucho la murga que nos recibía y la voz del animador que, aunque se perdían un poco por el viento me hacían redoblar la fuerza en la meta. Últimos 500 metros, últimos 200, Últimos 100, 50, 10 y llegué, tarea cumplida!

Una carrera que me deja buenas sensaciones, que mezcla asfalto con aventura, en una mística especial que une pueblos y ayuda a aportar fondos a la campaña por terminar con la poliomielitis en el mundo. Una hora 45 minutos de carrera, de algo que me gusta y me divierte, que más se puede pedir? Sí, hay más: reencuentro con amigos, podio de Hernán en la general, un sándwich “alpino” de pollo a la parrilla, cerveza, postre y duchas calientes para contrarrestar el frío inesperado para un domingo de marzo.

Finalmente, una certeza: ¡Nos vemos en la sexta edición en marzo del 2017!

Facundo Cevey, Federación, 24/3/2016

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